La uchuva y la gulupa continúan conquistando el paladar de consumidores principalmente europeos y destacando en la oferta exportable colombiana de frutos exóticos. Con un modelo que se apoya en la producción externa y un portafolio complementario de productos, los envíos han crecido a tasas constantes en el último quinquenio: solo en el 2019 superaron los US$76 millones y bordearon las 18,544 toneladas. Sin embargo, aún existen barreras que impiden que el segmento deje de ser nicho.

El mercado de frutos exóticos sumó más de US$76 millones en el 2019 y ha crecido de forma continua en los últimos cuatro años: expandiéndose 38% desde el 2015. Los frutos más consolidados en Colombia son la uchuva y la gulupa, lo que no ha impedido que cultivos como la granadilla, el tomate del árbol, la pitahaya y el maracuyá se empiecen a abrir paso. Con un modelo que se apoya en la producción externa y un portafolio complementarios de productos, el potencial de la industria es alto. Apuntar a dejar de ser un nicho y tener un crecimiento sostenible demandará a más de un actor empresarial y gubernamental.

Colombia posee ventajas climáticas y logísticas que han permitido el desarrollo de la industria de frutos exóticos. Aunque hay productos estacionales como la pitahaya y el higo, hay empresas como Novacampo que han logrado acoplarse a las curvas de producción de su principal mercado, Europa, con ayuda de los diferentes pisos térmicos que hay en Colombia. “Si bien existen variaciones en volumen debido a épocas, ya sea de verano o invierno, o de alguna poda intencional, la producción está presente todo el año. Otros países como Israel o países africanos tienen cosechas más acentuadas y huecos de falta de producción, algo que no tiene Colombia”, destaca Jorge Riaño, gerente de Novacampo.

Los departamentos más conocidos para la producción de frutas exóticas son Cundinamarca, el Huila, Boyacá, Antioquia. Dichos departamento tienen ventajas logísticas. Por ejemplo, Cundinamarca tiene diversos accesos a puertos y cuenta con todos los pisos térmicos, destaca Eugenio Guerrero, director mipe de Frutas Comerciales, firma colombiana que tiene producción de uchuva, tomate del árbol, pitahaya, maracuyá y granadilla en Cundinamarca. Además, se tiene la ventaja de que las uchuvas sembradas en Boyacá y Cundinamarca no necesitan tratamiento en frío para acceder al mercado estadounidense.

La producción constante de los frutos exóticos estrella de Colombia, la uchuva y la gulupa, han hecho posible que el país casi no compita con países africanos como Zimbabue, que de acuerdo a Riaño tienden a tener un volumen de producción inestable de gulupa. “En el caso de la uchuva somos el principal productor a nivel mundial. Prácticamente no tenemos un país con el cual competir”, agrega Guerrero.

Aunque hoy la presencia de Colombia esté fortalecida, Vietnam y Ecuador podrían convertirse en competidores potenciales. Riaño explica que Ecuador tiene la infraestructura y logística para desarrollar el mercado de frutos exóticos y  Vietnam tiene la ventaja de apoyarse en el consumo nacional cuando hay menor demanda en Europa.  Ello le permite tener una estructura diferente de precios. “De pronto Vietnam es un competidor a mediano largo plazo fuerte de Colombia”, estima el gerente de Novacampo.

LA NECESIDAD DE UNA OFERTA COMPLEMENTARIA DE PRODUCTOS

Del total de frutos exóticos exportados por Colombia, aproximadamente un 34% es uchuva y un 32% es gulupa. El porcentaje restante se distribuye entre granadilla, tomate de árbol y otros cultivos como la pitahaya.  En los últimos años la participación de la uchuva ha ido creciendo constantemente y siendo más representativa en la cartera exportable. De similar forma con la gulupa, que solo redujo su participación el año pasado al pasar de representar 32.5% de los envíos en el 2018 a 31.6% en el 2019.

Aspectos como el mayor transporte vía marítima de la uchuva o Physalis peruviana, el bajo costo de inversión para la producción de esta fruta, así como la mayor demanda de gulupa en los mercados destino gracias a un aumento de grupos étnicos, especialmente de Asia y África, llevaron a una expansión de los envíos de ambos frutos. Para aumentar los volúmenes y responder a la demanda de los clientes, las exportadoras se vieron en la necesidad de incorporar más frutos exóticos. “Cuando uno entra en la exportación de productos exóticos tiene que tratar de prestarle un servicio al cliente. Habrá algunos de estos productos que se vuelven de servicio, es decir, de una rentabilidad muy baja pero que le permite a uno prestarle una solución al cliente y ofrecerle la canasta completa. Es más de que el cliente no tenga la necesidad de comprar un producto pequeño en otra parte”, sostiene Riaño.

La mayor cartera de productos posicionó a productos como la granadilla, el tomate de árbol, la pitahaya, el maracuyá, el lulo y la feijoa dentro de los principales frutos exóticos que exporta Colombia, solo estos frutos sumaron casi US$11 millones en el 2019. Adicionalmente hay empresas como Paz y Flora y la firma Macú Fruits que han incursionando en mangostino y rambután. “La granadilla representa como un 30% de exportaciones anuales, el 40% es mangostino y el restante el resto de exóticos”, anota Oscar Andrés Quintero Rodríguez, gerente general de Paz y Flora, empresa que tiene un portafolio de 12 productos y cuyos principales mercados son Rusia, Francia y Holanda.

RETOS FITOSANITARIOS QUE COMPROMETEN LA CALIDAD

Las empresas de frutos exóticos enfrentan dos retos constantes: tener adecuados controles fitosanitarios para garantizar la calidad de la fruta y a su vez mantener niveles bajos de residualidad de agroquímicos es un reto constante, ya que la mayor oferta que existe en Colombia es de agroquímicos. “En el mercado un 80% de las soluciones son agroquímicos y un 20% biorracionales. Con el 95% de agroquímicos que hay en el mercado nos pasa que deja residualidades en la fruta después de seis meses”, manifiesta Guerrero, de Frutas Comerciales.

Como ‘nube negra’ califican en Colombia al Fusarium oxysporum, que ataca a varias especies de frutas como la uchuva, la gulupa, el maracuyá y el banano. “Es una enfermedad que reduce la vida productiva de esos cultivos. Si en el 2006 la gulupa y uchuva podía durar diez años de producción, ahora se ha llegado a reducir a dos años. No existe un control efectivo una vez establecido el Fusarium en el predio, por eso el control está más orientado a la prevención”, explica Guerrero. Para controlar el Fusarium se está trabajando con plantas injertas en pasifloras como la gulupa y el maracuyá, ya que hasta el momento no hay un producto que neutralice los efectos de la enfermedad. 

Además hay problemas vinculadas a la Botrytris cinerea en uchuva, y a la antracnosis, cuyo agente causal es el Colletotrichum gloeosporioides, en la gulupa. En ocasiones problemas como la Botrytis se han manifestado no solo en campo, sino en pos cosecha. Ello pese a que se tenía ambientes refrigerados y con humedad controlada. Para el manejo de la Botrytis o moho gris la industria ha optado por la aplicación de fungicidas en rotación y prácticas culturales como desinfección de canastillas, herramientas y podas sanitarias, retirando todo el material afectado del cultivo, anota Guerrero, de Frutas Comerciales.  Además Paz y Flora se ha enfocado desde hace un año en un control biológico, con el uso de extractos de la planta Melaleuca alternifolia, microroganismos y bacterias.

Tomado de: © Redagrícola Colombia